Skip to main content
ORGANIZACIÒN : LA PROCRASTINACIÒN
La procrastinación (II): cómo afrontarla
por Pan_ama,
En un anterior artículo sobre la Procrastinación, se definió el síndrome de forma sucinta.
Seguramente, más de un lector se habrá sentido identificado con los
síntomas o con el perfil del procrastinador, y eso haya hecho saltar
alguna que otra alarma en su conciencia. O cuanto menos, una necesidad
de, una vez reconocido el problema, intentar encontrar soluciones.
En este artículo pretendo seguir abordando los posibles orígenes que
puede tener la procrastinación, así como qué se puede hacer para intentar o bien superarla, o bien mitigar sus efectos.
Como ya se dijo en la primera parte, se puede llegar a la actitud de procrastinar a partir de caminos variados, a saber:
La Depresión: la depresión es una enfermedad de la mente que
tiene consecuencias terribles en la persona que la padece. Anula casi
por completo las capacidades de la misma para poder pensar con claridad,
relacionarse, y en definitiva, vivir la vida. Uno de los síntomas clave
de la depresión es el estado letárgico
que induce. La persona depresiva no quiere saber nada del mundo,
siempre busca la cama para dormir, para huir de una realidad que le
duele y quizás hallar la paz en la inconsciencia que supone el sueño. La
actividad, el llevar a cabo proyectos, implica de algún modo
engancharse a esa vida, a esa realidad, y por eso una depresiva aplaza
de forma consciente e inconsciente las tareas que debe hacer y se dedica
a sustituirlas por otras irrelevantes pero que le proporcionan un placer más instantáneo y superficial.
En estos casos, como la procrastinación está tan ligada a la depresión,
obviamente la cura de ésta debería implicar la de aquella.
El exceso de autoconfianza: las personas que se sienten muy
seguras de sí mismas -tengan motivos para ello o no- distorsionan de
forma aguda y permanente su percepción del tiempo, y por lo tanto hacen
una pésima gestión del mismo. Una persona que durante su vida ha visto
recompensada su inteligencia (cognitiva) de forma reiterada, puede dejar
inactiva la sección de ésta que se encarga de realizar previsiones
temporales con eficacia. Por ejemplo, si una sola vez, alguien realiza
una tarea compleja en menos tiempo del previsto, se le felicitará por
ello. Ese estímulo de reacción puede provocar que el individuo
inconscientemente extrapole ese suceso a otros órdenes de su vida, y
caiga en una autoconfianza desmesurada. Así, cada nueva tarea que le sea
encargada será subestimada en su contenido, y en consecuencia se
sobrestimará el tiempo necesario para llevarla a cabo. Como la mayoría
de tareas suelen encomendarse con plazos de entrega estándar,
promediados, el procrastinador por autoconfianza encuentra que
tiene tiempo de sobra para hacerla, así que decide él mismo que está
aburrido, y pasa a ocuparse de otras tareas que no son prioritarias y
quizás ni siquiera útiles para su vida, pero que le proporcionan placer.
Éste es claramente un caramelo envenedado, ya que las tareas
"accesorias" de este perfil de procrastinador, aunque superfluas, suelen
ser grandes consumidoras de tiempo y de recursos, con lo que al final,
la persona que se entrega a esta actitud acaba "metiéndose en un jardín"
del que no sabe salir. Este posible final es importante tenerlo en
cuenta ya que las situaciones desesperadas, cuando son sostenidas en el
tiempo, pueden conducir al stress y la depresión, que como se ha
mencionado antes, es otra fuente adicional de procrastinación.
La solución a este perfil no es fácil. Una técnica que puede llegar a
ser útil es "falsear" de forma consciente y aún a contracorriente
nuestras propias previsiones. Por ejemplo, si creemos que tardaremos una
semana en hacer algo, pues sistemáticamente duplicar o incluso triplicar ese tiempo en nuestra agenda. Así al menos, podemos evitar defraudar a nuestros amigos, clientes, etc. Otra técnica que puede ser útil es desglosar una tarea en casi todas sus partes componentes, para hacer previsiones de tiempo lo más honestas posibles.
La "mente voladora": cada mente es un universo, y cada
inteligencia tiene sus propios matices. Hay personas cuya inteligencia
les dicta sobre todo actuar, actuar con tesón y perseverancia. Este tipo
de mentes suelen llegar lejos en la vida, con el handicap de que solamente lo harán en un campo de especialización. Otras mentes, que me tomo la libertad de bautizar como "mentes voladoras" suelen dejar en un segundo plano la consecución de ideas, el llevarlas hasta el plano de la realidad. En este caso, la simple generación de ideas
es una tarea permanente que consume todo el tiempo y energías de este
tipo de inteligencias. El ser un manantial de ideas que jamás pueden
pasar de la fase de proyecto es su destino. ¿Por qué? Por la sencilla
razón de que durante la implementación de una de estas ideas, surje otra
enseguida que instantáneamente -al ser más novedosa- toma el primer
lugar en la preferencias y por lo tanto se abandona la ejecución de la
anterior. Esto obviamente conduce a otra forma de procrastinación, muy común entre las personas especialmente creativas.
¿Qué hacer en este caso?. Es difícil saberlo, quizás el trabajar coordinadamente con otras personas en las que domine la inteligencia ejecutiva podría ser una solución
Comments
Post a Comment
Gracias por tu comentario es muy enriquecedor para el blog.